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Foto del escritorÓscar L. Estrada

De cuando perdimos el futuro; reseña sobre el libro Distopía, de Javier Suazo Mejía

Hubo un momento en la historia de la humanidad —y por extensión en la Historia de la Literatura— cuando el futuro era aquel lugar en el tiempo en donde habitaba la esperanza. El impulso que generó la revolución industrial del siglo XVIII, el desarrollo del pensamiento científico acompañado por la pujante tecnología en las metrópolis coloniales nos hizo pensar en los siglos venideros, como aquellos espacios en donde las ciencias nos traería la cura a todas las enfermedades y la tecnología sería la respuesta a todos los dilemas sociales. Surgen allí las obras de Julio Verne harta conocidas por todos.

En Centro América, en 1879, Francisco Lainfiesta publicaba A vista de pájaro, una novela que imaginaba el itsmo en el año 2,079: en ese futuro todos los problemas sociales han sido resueltos y Centro América, entonces un solo país, puede invertir ya toda su energía en el desarrollo científico. Lainfiesta llega incluso a imaginar la invención de la aviación, el desarrollo de las comunicaciones en las videollamadas —que él llamó Espejófono— y los trenes interoceánicos, todo desarrollo del ingenio de los centroamericanos.

Luego vino la Primera Guerra Mundial y la tecnología, regalo de Prometeo, se mostró al mundo tal cual era. Los imperios, necesitados de materias primas para su desarrollo industrial, entraron en una guerra sin precedentes para controlar lo que garantizaría su hegemonía en el nuevo siglo. La Gran Guerra, que prometió terminaría con todas las guerras, fue el escenario de las más sangrientas masacres de hombres, armas nunca antes usadas se mostraron científicamente eficaces en el ejercicio de matar sin remordimiento y aquel optimismo del siglo XIX dio paso a la utopia ideológica.

Al final de la Primera Guerra, los grandes imperios del renacimiento habían muerto, las naciones vencedoras crecieron en poder industrial, al momento que comenzaba la presión de las colonias por lograr su independencia, en Rusia nacía la URSS y el mundo se dividió entre capitalismo y comunismo. El Futuro dejó de ser entonces tecnológico y pasó a ser ideológico, Marx nos prometió que el futuro sería comunista.

Pero los conflictos que generaron la Gran Guerra no se resolvieron y apenas dos décadas después estallarían en una nueva conflagración mundial. Esta vez no serían los imperios renacentistas enfrentados entre sí sino las ideologías del siglo XX.

Si bien la Literatura Distópica surge luego de la Primera Guerra Mundial, es luego de la Segunda Guerra que logra su consolidación, principalmente en las novelas Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932), 1984 de George Orwell (1949) y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (1953). El futuro en el primer mundo ya no es optimista, la sociedad, el medio ambiente, la política, la economía, la religión, la psicología, la ética, la ciencia están a merced de la naturaleza humana y el totalitarismo, que usa la tecnología para ejercer el control sobre la población y nos lleva al colapso ambiental. Fueron las dos guerras mundiales las que cambiaron aquel optimismo en las tecnologías de la primera ciencia ficción, ahora el futuro era ya amenazante, oscuro, autoritario.

Pero aún teníamos un futuro. Durante casi todo el siglo XX, el futuro estaba al alcance de la revolución. Bastaba derrotar al imperialismo —crear dos, tres Vietnam— para dar a todos los recursos necesario para el porvenir. Ya no era la ciencia la respuesta a todos los males, era la solidaridad, el trabajo en colectivo. Luego nos llega, nuevamente desde Europa, el fin de la guerra fría. Cae el muro de Berlin y con él el futuro prometido por las ideologías. El Capitalismo se corona vencedor, Francis Fukuyama llegó a predecir incluso el fin de la Historia. Y es allí cuando perdemos el futuro.

En Centro América, urgida como siempre hemos estado por contar nuestro pasado y presente, nunca tuvimos tiempo de imaginar el futuro. Las grandes obras literarias de la región se esforzaron por describirnos —de manera magistral— ese presente: Miguel Ángel Asturias nos habla desde El Señor Presidente de las dictaduras y Ramón Amaya Amador nos describe el universo de las bananeras en Prisión Verde. Es quizás en la novela Wasalala de Gioconda Belli, el único espacio en la literatura centroamericana del siglo XX en donde se hace el ejercicio de imaginar nuestro futuro y, oh sorpresas, es distópico.

En 1516 Thomas Moro publicó el libro que ahora conocemos como Utopía. Era la primera vez que se acuñaba el término que ahora usamos para hablar de un lugar ideal, un futuro que era posible en el optimismo de la época, cuando la sociedad occidental salía del oscurantismo de la edad media y las nuevas tecnologías descubrían un mundo nuevo. Utopía es, en la descripción de Moro, una comunidad pacífica, que establece la propiedad común de los bienes, en contraste con el sistema de propiedad privada y la relación conflictiva entre las sociedades europeas del siglo XVI. Distopía se entiende entonces como el contrario de la utopía: un “lugar malo”, indeseable.



Distopía, cuentos de ciencia ficción del tercer mundo es el nuevo título de Javier Suazo Mejía, una serie de relatos que nos hablan del porvenir, visto desde nuestro rincón del universo. Resalta nuestros más privados temores: el futuro es espejo exacto del presente.

Compuestos de 17 cuentos, el libro de Suazo nos describe un futuro, vistos desde nuestra realidad periférica de tercer mundo. En él estamos condenados a repetir, cuál maldición de Sísifo, una y otra vez el mismo destino a través de los siglos. Ls tecnología ha llegado a nosotros y como ahora, tiene un significado diferente al que representa en el primer mundo. Basta ver cómo un Iphone XI se usa en el metro de Manhattan y compararlo con lo que sería el mismo teléfono en un bus en el anillo periférico de Tegucigalpa, para ver cómo nuestra relación con la tecnología es distinta.

En la Managua del futuro que nos describe Suazo en este libro, será más fácil ir a la Luna que entrar a los Estados Unidos. Las robots sexuales en Tegucigalpa, caros juguetes de la modernidad, compartirán paisaje con los niños que viven en la calle y desde el cielo veremos pasar los viajes para colonizar Marte.

No hay futuro para nosotros en el tercer mundo, nos dice Javier Suazo Mejía en su libro Distopía. Como en la lírica de los Sex Pistols, Suazo nos recuerda: When there's no future how can there be sin… There is no future for you, there is no future for me.

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