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Foto del escritorÓscar L. Estrada

Las sirenas están cantando

El pescador de sirenas nos adentra en la Honduras del siglo XIX y principios del XX a través de cartas, entrevistas, grabaciones y conversaciones con personajes históricos como los políticos Fausto Dávila (1858 – 1958) y Marco Carías Andino (1871 – 1924), y los escritores Froylán Turcios (1875 – 1943), Arturo Oquelí (1887 – 1953) y Rafael Heliodoro Valle (1891 – 1959), entre otros, quienes gracias a la narración de Oscar, nos ofrecen un inolvidable recorrido por la vida de Juan Ramón Molina.


La novela de Oscar Estrada no intenta reemplazar la biografía como auténtico recuento histórico, sino que, a través de la ficción, nos permite adentrarnos sin tropiezos en un pasado difuso por la nebulosa del tiempo, el olvido y la pereza, del cual todos debemos aprender.


En esta novela Juan Ramón Molina cobra vida y nos permite acercarnos a sus angustias y sinsabores. Como Rubén Darío, Molina ve en el amor y en la unión carnal una entre tantas respuestas a la vacuidad de una época que, como la nuestra, poco a poco se alejaba de la contemplación y el recogimiento. Por eso dice:


Péscame una sirena, pescador sin fortuna,

que yaces pensativo del mar junto a la orilla.

Propicio es el momento porque la vieja luna,

como un mágico espejo entre las olas brilla.


Han de venir hasta esta rivera una tras una

mostrando a flor de agua su seno sin mancilla,

y cantarán en coro, no lejos de la duna

su canto que a los pobres marinos maravilla.


Penetra al mar entonces y escoge la más bella

con tu red envolviéndola, no escuches su querella

que es como el canto aleve de la mujer. El sol,


la mirará mañana entre mis brazos loca

morir bajo el martirio divino de mi boca,

moviendo entre mis piernas su cola tornasol.

 

 («Pesca de sirenas»).


El pescador de sirenas es, antes que nada, una invitación a escuchar la voz de un poeta injustamente olvidado, al que estamos en la obligación de aplicar las palabras que Ezra Pound (1885 – 1972) dijo a manera de responso ante el féretro de T.S. Eliot (1888 – 1965): «Léanlo».

Las sirenas están cantando.

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