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Foto del escritorÓscar L. Estrada

Edipo contra el coronavirus.

Por Óscar Borge Mejía


Con una parte de la humanidad confinada, estupefactos ante el cambio, especulamos acerca de las consecuencias a los que nos enfrentaremos pasada la tormenta; la izquierda ve una ventana de oportunidad para atacar los fundamentos de fiabilidad del capitalismo; la derecha se debate atónita, como un boxeador que se le nubla la mirada, por el rescate de la economía, mientras tartamudea cuando se expone que la vida humana está por encima en la escala de prioridades.

Una de las primeras pestes que conoce la literatura fue expuesta en el trasfondo teatral del relato de Edipo Rey de Sófocles; en él Edipo en busca de una solución para aliviar al dios consulta a un vidente enviado por Creonte e indagando respuestas el Rey, a pesar de las múltiples advertencias, por el propio vidente, su esposa y también madre, el criado de Layo, -solo falto que Sófocles directamente entrara a la tragedia y le advirtiera que el conocimiento de su destino sería su perdición- no logra escapar de su hado.

De igual manera parece que todos los intelectuales del planeta se ven sumidos a escarbar las culpas para purificar a la humanidad y expulsar al dios del coronavirus. Cuando de culpas hablamos, Walter Benjamin expone de forma magistral en un ensayo, el funcionamiento del Capitalismo como una religión, como toda religión se aferra al sentimiento de culpa.

El capitalismo parece desmoronarse con un mes de confinamiento, no a nivel ideológico, sino en términos de sostenibilidad financiera; las bolsas de valores se desploman, miles de empresas son “incapaces” de sostener sus compromisos salariales, millones de personas han sido directamente despedidas.

Llegando a este punto nos preguntamos, ¿que sistema es este que con un parón de un mes se resquebraja?, ¿hubiera caído un rey feudal con la peste?, la primera respuesta que tenemos a la mano es que, el sistema esta fundado en el vértigo del consumo, cual si fuera una economía informal de un país en vías de desarrollo, un vendedor ambulante que sube al transporte público de Managua y que sabe que, si en una semana no vende su producto, su familia no come.

El oráculo también nos revela que, con un Estado centralizado, marxista y maoísta, la peste puede ser controlada con sobrada diferencia y mejores resultados a un sistema democrático liberal. La primera etapa del duelo es la negación, muchos medios salen al paso, acusan a China de manipular los datos en relación con los muertos y la epidemia en Wuhan; pero el hecho está ahí, inicios de abril y China tiene bajo total control la epidemia; y lo que es más importante, parece que la necesidad de un sistema de salud público frente a un sistema privado vivirá con nosotros, al menos, las próximas décadas.

El cierre de fronteras, pero principalmente el cierre de mercados a los productos sanitarios ha mostrado un espectáculo que se asemeja a un pleito de párvulos de escuela, otro síntoma o mejor dicho una contradicción del sistema en sí. Cuba siempre, con una vocación extraordinaria, envío y envía médicos y medicamentos al mundo entero; el gigante chino agradeció la generosidad del Gobierno y pueblo cubano, Italia también.

Otros países en cambio cierran frontera al libre mercado del comercio de respiradores y mascarillas. Parte de la fatalidad de Edipo resulta al desvelársele sus verdaderos progenitores, al igual que el asesinato por sus manos de su padre y la unión conyugal con su propia madre.

El debate entonces cae sobre las libertades individuales, la libertad un mito cristiano, tan diferente a la concepción griega del destino, funda el capitalismo e hila el derecho o los derechos a su mito. La desconfianza como primer acto fundacional del Estado capitalista frente al sistema feudal lo refuerza y no con débiles razones.

El problema ontológico del sistema es creer que el mito de la libertad individual es intrínseco al del derecho en si o a los derechos constitucionales. El derecho a la vida, a la salud, esta crisis nos demuestra que, están escalones muy por encima de la libertad individual; ya no solo el derecho a la libre movilidad, privacidad, libre comercio y toda aquella nomenclatura en que se sustenta las libertades individuales y el capitalismo en sí.

Lo que al comunismo antaño le falto aprender es que la autodeterminación individual es un valor con el cual puede convivir, pero el hostigamiento permanente como resultado de la guerra fría impidió que tuviera un curso natural, lo de Checoslovaquia en los sesenta es una prueba de ello; sino el acoso bestial del nazismo y fascismo que provoco la segunda guerra mundial previamente.

Corea del Sur se valió de la información de geolocalización de sus pacientes para vigilar el confinamiento de estos; Europa se debate aún si es legitimo obligar legalmente al confinamiento a enfermos asintomáticos infectados por el covid 19.

Lo colectivo frente al derecho individual, puesto en perspectiva y de forma cruda, ¿es legitimo que la tribu pueda hacer uso de su coacción contra el individuo para su propia supervivencia? ¿o para la retroalimentación de un sistema colectivo? Las actuales circunstancias parecen darnos una respuesta clara, pero, estas son temporales y excepcionales, ¿es valido entonces la preponderancia de lo colectivo frente a lo individual en situaciones de normalidad?

Falta mucho hilo ideológico para el asesinato del padre; personalmente intuyo que sí, pero es una frontera que cruza con demasiada facilidad el autoritarismo; la solución o el contrapeso parece provenir, irónicamente, del liberalismo republicano, la legalidad.

Otro recurso del cual las fuerzas sociales en los últimos tiempos se han prendido es el democrático, este puede presentarnos una solución; pero ojo, no confundir la democracia con el sistema republicano liberal, oligárquico por naturaleza, sino más bien, retornar al origen del concepto, donde la democracia represente una participación real y efectiva o un contrapeso permanente de las fuerzas del Estado, mejor dicho donde el Estado sea sus ciudadanos y no sus representantes bajo la ficción de la representatividad.

Son muchas las preguntas que nos planteamos durante la crisis, muchas de esas respuestas socavan nuestra identidad, desvelan nuestras culpas, buscan expiarnos y librarnos de las pestes.

Al igual que a Edipo siempre corremos el riesgo de arrancarnos nosotros mismos los ojos para no ver nuestras vergüenzas y renunciar al futuro; paradójicamente el cristianismo nos dio el libre albedrio, un mito al que estamos llamados a reinventar para escapar de la fatalidad, esto sin renunciar a nuestra esencia social.

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