La definición de locura, es hacer lo mismo una y otra vez esperando tener resultados diferentes. La cita se le atribuye a Albert Einstein, aunque no existe prueba alguna que él haya dicho eso. Se entiende sí, que la repetición de un acto una y otra vez, logra siempre el mismo resultado.
Hace más de un mes que fueron las elecciones en Estados Unidos, y poco de una semana después se proyectó que Joe Biden sería el ganador de la contienda, convirtiéndose en el presidente 46 del país. Aunque un pequeño grupo de seguidores de Trump vieron el resultado con decepción, no exagero si afirmo que para el mundo entero es un alivio que el presidente Trump salga de la escena política internacional. Trump, como sus contrapartes populistas del mundo (Jhonson del Reino Unido, Balsonaro de Brasil, Duda de Polonia, Orbán de Hungría, Modi de India entre otros) son políticos nacionalistas que despreciando las ciencias han minado las instituciones políticas del estado de bienestar que se formaron después de la segunda guerra mundial, favoreciendo los intereses de las grandes corporaciones por sobre los de la gran mayoría de la población. Un peligro para la convivencia internacional.
Pero la crisis que dio forma política a esta clase de presidentes no es nueva, se viene gestando por lo menos desde la década de los ochenta, con las políticas neoliberales de los gobiernos de Reagan y Thatcher, y era una tendencia desde finales de los sesenta, con Nixon como origen de este tipo de políticos. La incapacidad de los gobiernos social demócratas de dar respuesta a las demandas de la población que exigía una mejora en su calidad de vida, favoreciendo la transnacionalización de las empresas y la precariedad laboral con la promesa de una cascada de riqueza que nunca llegó, permitió que el descontento creciera en la población más desfavorecida con esos cambios. Dio origen al gobierno de Obama en Estados Unidos y Hugo Chávez en Venezuela, y cuando los cambios no llegaron, a Trump y Maduro.
Ahora, el nuevo gobierno de Biden tendrá el reto de recomponer la institucionalidad seriamente golpeada por la administración saliente. Una delgada línea política entre dos fuerzas antagónicas que tendrá que navegar buscando reformas que permita al sistema sostenerse a largo plazo, y frente a las amenazas que ven en el futuro próximo. No será fácil, en especial porque las grandes corporaciones buscarán boicotear las reformas desde el primer día.
Queda como ventaja para Biden, la crisis interna del partido republicano.
Sumido en una crisis desde la renuncia del presidente Nixon, la vieja guardia republicana ha ido perdiendo terreno frente a una nueva generación de políticos populistas dispuestos a conceder cualquier demanda de las poderosas iglesias fundamentalistas: aborto, derechos LGTBI, matrimonio igualitario, han sido confesiones que los republicanos post Reagan otorgaron en favor del poder político. Podríamos hacer aquí un paralelo en la concesión que el Rey Abdullah bin Abdulaziz de la familia Al Saud en Arabia Saudita tuvo que otorgar a los jerarcas Sunni del Islam en la región del medio oriente, aceptando sus teocracia mientras estos ignoren los excesos de la élite política. Trump es consecuencia de ese reaganismo que nos mostró la dirección por donde iba desde que terminó la guerra fría, con desde el nefasto gobierno de George W. Bush y sus guerras preventivas.
El partido republicano, que se ha mostrado incapaz de manejar la economía en Estados Unidos (cada administración demócrata que entró al poder desde Carter, recibió una economía en crisis) y ha logrado sostenerse gracias al apoyo que las iglesias le han dado, ahora entra a una etapa de profunda metamorfosis.
La base del trumpismo, indignada por la falta de voluntad del partido republicano de actuar para revertir las elecciones en favor del presidente, acusan a gobernadores y legisladores estatales de formar parte del complot que le “robó” las elecciones a Trump. Se activarán ahora para reemplazar esos cuadros por unos dispuestos a torcer la verdad de la misma manera que Trump y su cercano grupo ha hecho. Decenas de pequeños Trump saldrán de las alcantarías de todo el país mostrándose más valiosos que los políticos tradicionales, demasiados preocupados por el respeto a las leyes, las instituciones democráticas, y la verdad.
Es cuestión de tiempo para que otro candidato republicano con las mismas características de Trump vuelva a surgir en el escenario político. Esta vez, acompañado por una estructura capaz de lograr el golpe de Estado que hoy no lograron.
Cuando este tiempo llegue, la única defensa que tendrá la democracia será la organización política que surja de las reformas sociales que logre la administración Biden.
Foto de Jim Collins en what-collins-saw.com
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