El periodista boliviano Juan Carlos Salazar del Barrio, autor junto a José Luis Alcázar y Humberto Vacaflor del libro La guerrilla que contamos, inicia narrando el ingreso de un misterioso sujeto "lampiño y de naciente calvicie, barrigón y encorbatado, que solicitó alojamiento en el Hotel Copacabana de La Paz aquella mañana primaveral de 1966".
"Llevaba gruesos lentes de carey y una prótesis dental que le desfiguraba levemente el rostro. Era el 3 de noviembre. Tres días después, ese mismo sujeto con pinta de ejecutivo, que se hacía pasar por economista uruguayo, “enviado especial del Departamento Económico de la OEA”, bajo la identidad falsa de Adolfo Mena González, mutado en guerrillero, se instaló en Ñacahuasu con un grupo de barbudos cubanos y bolivianos. “Hoy comienza una nueva etapa”, escribió al iniciar su diario de campaña, el 7 de noviembre.
Y así fue. Ernesto Che Guevara abrió con esa frase un movimiento que marcaría a Bolivia y al periodismo boliviano. Ningún periodista imaginaba por entonces la historia que se tejía en las selvas del sudeste del país."
La profesora de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de Nueva York, Ivani Vassoler, prologuista en la edición de Casasola (2019) señala que el libro La guerrilla que contamos "presenta una perspectiva única sobre ese evento político trascendental -las actividades del Che y su grupo en Bolivia- que divide el mundo entre partidarios y detractores."
"Es en ese complejo ambiente de la Guerra Fría donde el libro se sitúa y conocemos las noticias sobre el paradero y actividades del Che a través de un esfuerzo periodístico colosal llevado a cabo por tres periodistas bolivianos, los únicos tres sobrevivientes bolivianos de una cobertura de prensa mundial", escribe Vassoler.
"El libro es, por lo tanto, un documento periodístico e histórico de la relación intrincada entre los medios y la política, y una más complicado en tiempos de guerra. El libro es al mismo tiempo un tributo a la labor periodística que quedará como referencia para futuras generaciones de reporteros y reporteras".
Los autores, José Luis Alcázar de la Riva, Juan Carlos Salazar del Barrio y Humberto Vacaflor Ganam, son tres periodistas experimentados, veteranos y galardonados, cuyas carreras los llevaron a diversos países en las últimas décadas donde trabajaron como corresponsales extranjeros para organizaciones internacionales de noticias.
Elegidos por sus medios para ir al frente de guerra, tomaron la tarea con la más alta de las prioridades de la prensa: informar los hechos tal como los observaban. En el proceso se destacaron por primicias. Fueron testigos de los primeros bombardeos de las fuerzas armadas bolivianas contra los campamentos rebeldes; tuvieron acceso a documentos producidos por los servicios de inteligencia sobre las acciones de Che Guevara, fueron testigos de la llegada de su cuerpo a la escuela de Valle Grande y de la desaparición del mismo, y obtuvieron acceso a los diarios del líder guerrillero.
William Howard Russell (1821-1907) fue el primer corresponsal de guerra en la historia del periodismo mundial como enviado especial del Times a la guerra de Crimea en 1854. Hasta entonces, eran los militares los únicos encargados de informar sobre las acciones de los campos de batalla mediante partes oficiales. Pionero en el relato de las acciones armadas, el periodista inglés fue también el primero en conocer y sufrir la censura de prensa de los militares. Furioso por el contenido de sus crónicas, el Ejército lo obligó a someter sus despachos a la revisión previa y al visto bueno de los comandantes en campaña antes de ser remitidos a la redacción del diario londinense.
La guerra de Vietnam marcó un punto de inflexión en la cobertura de los conflictos armados gracias a que el Ejército de Estados Unidos permitió –por primera y última vez– el libre acceso de los medios a los frentes de batalla, apertura que permitió a los corresponsales de los grandes diarios y agencias internacionales, “incrustados” o “empotrados” (“embedded journalist”) en las tropas en campaña, relatar los pormenores de la conflagración en grandes crónicas y reportajes que eran reproducidos por la prensa de todo el mundo, incluida la boliviana.
Sin embargo, esa libertad no volvería a repetirse. Señala Salazar: "los militares llegaron a la conclusión de que el Ejército estadounidense no solo había perdido la batalla ante la opinión pública, sino que la pérdida del control sobre la información de la prensa había sido determinante para la derrota militar".
"Algo parecido ocurrió en Bolivia: de permitir el acceso limitado en Ñacahuasu, con periodistas “incrustados” en las tropas y con censura de por medio, los militares pasaron al cerco y el control total de la información en Teoponte, en 1970. En ambos casos, perdieron la batalla ante la opinión pública.
José Luis Alcázar nos describe cómo la misión del Che Guevara en Bolivia era establecer una “escuela” de guerrilleros en una región despoblada para formar especialmente una columna de rebeldes que invadiera Argentina. "Graduados los estudiantes guerrilleros, principalmente argentinos, deberían desplazarse bajo la conducción del Che al norte argentino para iniciar el “foco guerrillero”, que creara las condiciones subjetivas y objetivas para estallar una revolución en su patria de origen."
Un deseo -según explican los autores- que acarició años antes cuando mandó a la Argentina un grupo al mando del periodista Jorge José Ricardo Masetti, que fracasó.
"Bolivia, para el Che, tenía las condiciones objetivas para tal fin. Creyó en una supuesta debilidad del gobierno del general René Barrientos y principalmente de su Ejército. Y contaba con un extenso territorio para entrenarse."
Muchas fueron las causas del fracaso de la guerrilla de Che en Bolivia, desde el poco apoyo que recibió por los comunistas en el país, el aislamiento internacional al que fue sometido por parte de la Unión Soviética -de la cual Guevara fue duro crítico-, hasta la mala lectura del terreno y la cultura boliviana.
José Luis Alcázar de la Riva, Juan Carlos Salazar del Barrio y Humberto Vacaflor Ganam, 50 años después de aquella experiencia, reunen algunos textos para ofrecernos como testimonios de lo que vivieron en el lugar de los hechos. Hacen un seguimiento del desenlace de los protagonistas de aquella aventura hasta nuestra época, en donde el mito sigue vigente en un país altamente polarizado.
"Un trauma que sigue teniendo repercusiones medio siglo después", cuenta Humberto Vacaflor. El libro La guerrilla que contamos disponible en los canales de venta en línea, nos sirve además para entender la Bolivia actual, la complejidad política de un país que pasa de la derecha extrema a la izquierda radical a veces en la figura de un mismo presidente.
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